El 29 de octubre de 1893 es la primera peregrinación de trabajadores a los pies de nuestra madre, la Virgen de Luján, patrona de la Argentina.   Gracias al sacerdote Federico Grote, fundador de la Federación de Círculos Católicos Obreros, unos 400 trabajadores peregrinaron a la Basílica de Luján que se construye a partir del primer milagro de la Virgen María en estas tierras, que fue quedarse su imagen a orillas del río Luján en el año 1630 y bajo el cuidado de su primer devoto, Manuel de los Ríos, conocido popularmente como el Negro Manuel, un esclavo africano quien inicia la adoración, habla con ella y gracias al aceite de las velas que le colocaba con su imposición a los enfermos se producen los primeros milagros de sanación.   Fue entonces que, a fines del siglo XIX, León XIII es el primer Papa en escribir una carta encíclica, llamada “Rerum Novarum”, en defensa de los trabajadores. Por esos años los laburantes luchaban por sus derechos frente a la explotación del capital y la iglesia los apoyaba, aunque no compartía la violencia y la anarquía como método de respuesta del pueblo pobre-trabajador frente a la ausencia total de derechos laborales. Fue en ese contexto que Grote, un sacerdote alemán de la congregación del Santísimo Redentor (llamados redentoristas), llega a la Argentina y encarna la defensa de los explotados desde los lineamientos de “Rerum Novarum”.   En sus memorias, compiladas en el libro “La vida del Padre Grote, el apóstol de los trabajadores” del sacerdote Alfredo Sánchez Gamarra, se describe que hace 130 años atrás estaba organizando la peregrinación a Luján: “Quería poner la obra bajo la protección de la Virgen a fin de que ella misma se encargara de sacarla adelante. El 29 de octubre fue el día decisivo en la vida de los círculos. 400 hombres me acompañaron a Luján. Ante la Virgen juramos mantenernos firmes en nuestro propósito de redención de los humildes, e hicimos los votos de concurrir todos los años en masa ante su imagen para que ella mantuviera intacta nuestra energía perseverante” quedó registrado su memoria por Sánchez Gamarra.   “Acompañaron a los peregrinos una banda de música de la escuela del Círculo Central y numerosas banderas argentinas. El vicario general de Buenos Aires, monseñor Agustín Boneo, quiso presidir a los peregrinos hasta Luján”, cuenta el libro “El Padre Federico Grote un misionero entre los trabajadores” de Roberto Etcheverry. Tres años después peregrinaron 4 mil obreros acompañados por el entonces arzobispo monseñor Castellano. La peregrinación consistía en tomar el tren desde la estación Once a Luján. Una vez en la basílica la misa y un discurso en el altar de algún miembro de los círculos y volvían en el tren. Desde Miserere a pie iban a plaza de mayo hasta el arzobispado o la Casa de Gobierno, y como ocurrió en 1901, unos 5 mil obreros llevaron además de sus estandartes de los círculos, banderas argentinas y músicos un petitorio por sus derechos. “Pedíamos la ley del descanso dominical y la protección al trabajo de mujeres y menores. Fuimos recibidos por el presidente Roca y por el ministro del Interior Sr. González”, relató Grote para sus memorias.